9.27.2011

Vivir y morir, una misma realidad.



Con frecuencia hablamos de la Vida, del sentido que tiene para nosotros, pero poco hacemos referencia a la muerte que es parte inseparable de la vida. Bien sabemos que nadie vive eternamente en este planeta y que un día u otro partiremos.

Vivir y morir van de la mano, pero nos hemos acostumbrado a no pensar mucho en ellas. Nuestra actitud frente a la vida está muy centrada en lo inmediato y poco en lo que trasciende. Pensamos en lo que vemos, creemos en lo que vemos y poco analizamos el mañana cuando nuestra existencia cambie, porque realmente lo que sucede no es que todo termina o que al morir quedamos como en un vacío, como si la nada existiera, sino que pasamos a un plano de existencia diferente al actual.

Nuestro cuerpo, así como nuestra mente son herramientas para aprender, para desarrollarnos y avanzar, pero en esencia somos seres espirituales. Es decir, que trascendemos la muerte, vamos más allá de ella y continuamos en ese otro plano, nuestro crecimiento y desarrollo que es infinito en oportunidades para que logremos cada vez más nuestros grandes propósitos como seres únicos, irrepetibles y singulares.

Estar vivos es como estar de viaje, tenemos un plan que vamos cumpliendo poco a poco y lo que nos llevaremos con nosotros es lo que aprendimos, lo que compartimos, el amor que dimos y que nos dieron. Entender la muerte como un momento de tránsito en nuestra existencia debe cambiar el temor que nos inspira.

Si bien nos duele perder un ser querido o la propia oportunidad de vivir, no es necesario añadir a esta tristeza toda la carga que le pone la sociedad en que vivimos. Pensemos que al regresar del viaje volveremos a encontrarnos con esos seres queridos y que la separación es temporal, se dará mientras seguimos acá aprovechando nuestra oportunidad de ser mejores, para llegar triunfantes al nuevo plano donde iremos un día u otro.

Podemos pues disminuir el sufrimiento que nos causan la incertidumbre y el desconocimiento de nuestra realidad espiritual al momento de la muerte, con ello aunque el dolor y la tristeza se hagan presentes, nuestra creencia en que la vida continúa y en que tiene sentido trabajar cada día para aprender, servir, compartir y disfrutar, nos liberarán de creer que el amor que construimos con otras personas desaparecerá y antes bien es posible que los lazos se fortalezcan.

Aprovechemos pues el presente para compartir con los seres que amamos, para expresarles nuestro afecto, para que mañana cuando partan no nos quede además del dolor de la partida, el saber que nunca les dijimos cuánto nos importan o cuánto los amamos.

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