10.27.2017

Aló... aló... Atención!

Existe una cualidad asombrosa que nos permite ser muy eficaces y eficientes al valorar cada situación que debemos enfrentar sin perder la información clave o los “detalles” importantes y tomar así decisiones más oportunas y acertadas. Ella es curiosamente ¡la atención! 

Existen miles de estrategias para fortalecerla y cada persona encuentra en un momento dado la forma que más le sirve según su modo de moverse por el mundo. Una manera fácil de hacerlo es escuchar los pensamientos que tenemos, contactar las emociones que sentimos y ver a dónde nos llevan, para regresarnos tranquilamente a lo que estamos haciendo, en vez de dejarlos que nos desvíen todo el tiempo. 

Crear el hábito de escuchar los pensamientos no solo favorece la atención sino que nos ayuda a dejar de criticarnos, culparnos, menospreciarnos o hacer lo mismo a otras personas. Cuando comenzamos a observarlos es común escucharnos pensando. “Tan bruto yo, como se me ocurrió decir eso…” o “si yo no hubiera hecho esto… hoy estaría mejor” o “será que si me sale el viajecito que estoy planeando?” y así se nos van las horas. Lo que es más triste, nos perdemos el momento actual y luego no podemos recordar bien lo que nos dijeron o lo que vimos y nos encontramos de pronto diciendo “qué es lo que yo iba a hacer?”o “qué es lo que yo estaba buscando?” 

Tengamos en cuenta que si nuestros pensamientos y emociones viajan al pasado podemos caer en depresión por estar añorando otros momentos o por estar recordando el dolor que nos causó algo o alguien y si viajan al futuro, la ansiedad se apodera de nosotros ya sea por las expectativas o por los miedos. Así que para estar bien solo necesitamos estar presentes, centrados, enfocados o como queramos llamarlo, pero es estar atentos a lo que estamos viviendo en cada instante.

Otra forma de afianzar la atención es buscar hacer cada actividad de manera muy consciente y disfrutarla: escuchar música siguiendo el ritmo de los instrumentos, observar un paisaje sin pensar en nada, tocar algo que nos gusta, caminar dándonos cuenta de cada paso que damos, respirar poniendo cuidado al aire que entra y sale por nuestra nariz, concentrarnos en deleitar un olor que nos atraiga como el del pan caliente, o el café, en fin, usar cada uno de nuestros sentidos para lo que fue hecho y darnos el espacio para gozar su uso. 

Tener un norte, un enfoque, nos ayuda también a estar más atentos y nos permite lograr ciertos objetivos que nos hemos trazado porque nos facilita un abordaje claro, tanto de las situaciones cotidianas como de las conflictivas y por último, permanecer alertas a nuevas posibilidades también es clave en nuestro diario vivir, así combinamos el saber para dónde vamos, con lo que nos va trayendo la vida y nos movemos a su ritmo sin tanto esfuerzo.

Hay quienes llaman a la atención la llave de la existencia, pues es un instrumento muy sencillo que abre la puerta para ganar claridad acerca de lo que sucede o puede suceder y así podemos acertar en las decisiones y triunfar en los espacios en que nos movemos. No salgamos de casa sin llevar esta llave con nosotros y aún estando dentro ¡usémosla, no habrá arrepentimiento!

10.08.2017

Un llamado a la cordura


Si bien es cierto que el regreso a la espiritualidad que se viene llevando a cabo con tanta fuerza en este momento histórico es maravilloso, a mi modo de ver vale la pena hacer una diferenciación entre aquello que tiene un sustento filosófico, psicológico, médico o espiritual y las creencias y prejuicios que se popularizan sin ningún rigor metodológico o científico y posan de ser serias y profesionales.

La psicología transpersonal ha abierto un camino muy valioso de acercamiento a la comprensión de fenómenos internos y profundos del ser humano que nos facilita el abordaje de lo trascendental, pero no todo se puede “psicologizar” y menos de cualquier manera que se nos ocurra. Sí hay límites, como en toda disciplina que se respete y eso no está mal puesto que nos evita caer en excesos, abusos y desorientación a nuestros pacientes. 

Yo personalmente uso la psicología transpersonal y la defiendo como una gran herramienta de acercamiento al desarrollo personal, pero hay un gran desconocimiento de cómo emplearla con rigor y aunque también comprendo que la realidad es Una, meter todo en la misma bolsa, sacudirla, hacer un baturrillo y creer que eso nos hace profesionales de la psicología y terapeutas con derecho a todo, es de un nivel de irresponsabilidad impensable.

Es claro que existen técnicas de sanación milenarias y para usarlas con responsabilidad no se exige hoy un diploma de profesional en salud apegado muchas veces a una larga lista de requisitos formales, pero no por eso las precauciones que tomemos al asistir a todo tipo de terapias y terapeutas deben desaparecer.

Al lado de personas muy serias y respetuosas en su práctica han surgido muchas otras que no lo son y el daño que pueden hacernos, puede ser peor que la dolencia que pretendemos sanar, por eso llamo al autocuidado y a la cordura, para no dejarnos desorientar por un discurso dizque espiritual que muchas veces viene cargado de prejuicios y culpas que nos retardan la posibilidad de empoderarnos, de conocernos mejor, de aceptarnos y proyectarnos. 

No toda persona que inicia o transita un proceso de reflexión personal acompañado de una búsqueda espiritual está capacitada para abrir consultorio psicológico, puede ser nuestra amiga, podemos compartir con ella inquietudes y descubrimientos y hasta dar o recibir consejos gratis, pero de ahí a erigirnos en terapeutas hay una gran distancia y como ellas mismas dirían, ¡se van a ganar un gran karma! 

Busquemos pues de acuerdo con nuestras necesidades e intereses a profesionales que tengan formación filosófica seria, formación psicológica y ni qué decir de una formación en salud o en clínica profunda según nuestra situación, pues dejarnos convencer y atender de cualquier persona, por bonito que hable, no posibilita un proceso de crecimiento personal que nos conduzca a un progresivo bien-estar.

10.02.2017

¿Si será que me arriesgo?


Una inquietud que sentimos con frecuencia es la de no saber como hacerle frente a una situación y si debemos cambiar lo conocido, por algo que se presenta como posible o interesante, pero a la hora de la verdad desconocido. 

El cambio es una transformación que hacemos como consecuencia de la necesidad de encontrar coherencia en nosotros. O sea, que cuando hay una brecha entre lo que pensamos y lo que hacemos o lo que sentimos y lo que hacemos, notamos una presión interna que se va haciendo cada vez más fuerte y nos hace buscar alternativas de solución. 

A veces nos cuesta decidirnos por alguna de las opciones disponibles, entre otras cosas porque la vida no nos da garantías y generalmente queremos estar seguros de los resultados que vamos a tener, pero eso no opera así. En nuestras manos tenemos los procesos, el hacer lo que consideramos mejor en cada ocasión, pero los resultados son el fruto de un sinnúmero de eventos o circunstancias y no podemos controlarlos todos. 

La vida no nos da garantías, pero si nos da señales y en la medida en que estamos atentos podemos leerlas para ver en ellas las ventajas o desventajas de lo que deseamos. Con esta claridad podemos decidir que vamos a actuar, aunque no tengamos certeza total o nos acompañe la incertidumbre, o debamos soltar el afán de controlarlo todo y lo hacemos porque necesitamos responder a lo que en verdad nuestro corazón anhela.

¿Y cómo diferenciar lo que nos dice el corazón de los caprichos del ego o de la mente? Inicialmente no parece muy fácil, pero si lo es y todos lo hacemos. Miramos aquello que deseamos modificar u obtener y revisamos su conveniencia -a mediano y largo plazo- y su coherencia con nuestro plan de vida.

Salir de la zona de confort no es fácil a menos que tengamos claro el propósito de llevarlo a cabo, verdad? Y cómo o cuándo hacerlo lo decide cada quien y lo hace a su estilo, a su ritmo y a su modo. Nadie puede decidir por otro(a) o hacer lo que a él o ella le corresponde.

La vida no nos da nada que no podamos manejar, podemos confiar en eso ya que es un principio de justicia y armonía. Lo que nos trae cada día son posibilidades de aprender y somos nosotros quienes las juzgamos como buenas o malas, pero mirando el contexto seguramente muchas veces revisaremos esos juicios y veremos cómo gracias a ellas hemos fortalecido nuestro proyecto de vida.

Aunque la experiencia nos muestra que no todo cambio trae dolor, hay ocasiones en que el miedo a sentirlo nos paraliza, pero si la situación actual nos duele y si al transformarla podemos lograr mayor coherencia o felicidad, encontraremos el valor necesario, porque sabemos que con el tiempo el dolor pasa, lo cual no sucederá si nos quedamos atrapados en la situación. 

En síntesis abrirnos  al cambio es aceptar la vida, porque la realidad es dinámica, cambiante y se nos facilita si consolidamos la capacidad de escuchar nuestro corazón. Recordemos que podemos cambiar siempre que sepamos con claridad que queremos y además llevemos a cabo las acciones necesarias para lograrlo.

¡Atrévete a creerte!

Es posible que en algunos momentos nos sintamos confundidos, eso es cierto, pero si dejamos hablar a nuestro corazón veremos que tiene razones poderosas y nos muestra el camino. “Conócete a ti mismo” como decía Sócrates el gran filósofo griego, es una muy preciada afirmación que nos devuelve el poder, la autonomía y el respeto por nosotros mismos.

Cuando ganamos la confianza suficente para creernos, hemos dado un paso gigante en nuestra vida. Reconocer que estamos donde podemos hacer los aprendizajes y desarrollar las habilidades que necesitamos para lograr nuestras metas es tan importante como aceptar que sí sabemos quienes somos, qué queremos y muchas veces también, que sabemos como podemos lograrlo. 

Hacer un listado de nuestras principales certezas y principios para acordarnos de cuáles son las claridades profundas que nos guían, puede ayudarnos a estar más atentos a lo largo del día. Los invito a hacerlo.

He aquí algunas certezas que a lo mejor forman parte de muchos listados y les pueden dar ideas de cómo hacerlo, poniendo en él las cosas que de verdad creen, de lo que están convencidos y lo que buscan hacer realidad en la vida diaria, así no se haya logrado aplicar al 100%, pero el tenerlo presente sirve como guía en el continuo trasegar. 

· La vida tiene sentido, un profundo sentido más allá de lo aparente.
· Yo tengo todo lo esencial para avanzar hacia mis propósitos y objetivos.
· La vida siempre me trae las personas y situaciones que facilitan mi fortalecimiento. 
· El camino que he elegido es perfecto para mí y me permite aprender lo que necesito.
· Vivo en comunidad para compartir ideas, experiencias y aprender del ejemplo de los demás.
· Siempre puedo encontrar la forma de aprender, servir, disfrutar y compartir con los que amo.
· Puedo equivocarme o caer pero lo importante es levantarme y reparar. 
· Puedo disfrutar plenamente de lo que soy tanto como de lo que hago y lo que tengo.
· Yo recorro mi camino a mi ritmo y a mi modo pero escucho, filtro y decanto lo que me llega.
· Al hablar con otros me escucho, los escucho, aclaro ideas, sentimientos y posibilidades de acción.
· La verdadera felicidad es saberme encaminado hacia mis propósitos de vida, por eso puedo vivir en paz.

De esta manera dejamos por fuera los prejuicios, las creencias falsas, o los miedos y nos enfocamos en nuestras posibilidades reales dando salida a nuestro propio poder. Nos empoderamos, tomamos nuestra vida en nuestras manos y nos impulsamos con la claridad de nuestro buen juicio. Namaste.