3.11.2011

Yo elijo…


Hablábamos en la columna pasada acerca de la responsabilidad y decíamos que era un compromiso con nosotros mismos. A veces, sin embargo, en vez de comprometernos con nosotros mismos lo que hacemos es asumir una actitud como si dijésemos “tengo una obligación muy grande” o “tengo una carga que no puedo con ella”… y existe una gran diferencia entre decir yo elijo hacer esto o aquello y decir me toca hacer esto o aquello. 

Pensemos por ejemplo, cómo llegamos al sitio de trabajo cuando al levantarnos decimos “elijo trabajar hoy” o “trabajo porque me toca”. ¿Es muy diferente verdad? Cuando sentimos que lo elegimos, lo hacemos como con agrado y queremos dar lo mejor de nosotros mismos, pero cuando decimos me toca, entonces lo vemos como una obligación y no hallamos la hora de que se acabe la jornada de trabajo para irnos de allí porque todo lo que pasa nos parece maluco. 

Cuando digo -yo elijo- estoy queriendo decir que a través de mi voluntad tomé una decisión y que voy a responder por lo que escogí y voy a hacerlo con la misma alegría y claridad con las que lo resolví. O sea que voy a ser responsable frente a esa situación determinada. 

Así, si yo elegí casarme y tener hijos también elegí lo que esta decisión trae consigo y es atender económica y emocionalmente los hijos que tenga hasta que estén listos para responder por ellos mismos, pero eso no quiere decir que a veces no nos cueste esfuerzo hacerlo. 

Toda decisión trae consecuencias, pero no decidir también las trae. Cuando nos quedamos ahí en el “no sé qué hacer, no me he podido decidir”… también están corriendo las consecuencias de esa NO decisión. Es decir, no decidir también es una decisión, pero eso no significa que tengamos que resolver las cosas de manera impulsiva sin medir las consecuencias que traerá una u otra elección. 

Hay un tiempo para analizar, un tiempo para pensar y un tiempo para optar por lo que queremos y una vez que tenemos toda la información de los pro -y los contra- o sea de cuáles son los beneficios y las consecuencias convenientes o inconvenientes que tiene una u otra situación, debemos dar el paso siguiente: decidir… y también el siguiente… llevar a cabo la decisión. 

A veces decimos: yo decidí que voy a estudiar, pero no busco qué es lo que puedo estudiar y pasan los semestres y no me matriculo en ninguna parte, o yo voy a dejar de tomar y pasan los días y sigo tomando, entonces debe llegar el momento en que diga “yo elegí no tomar y desde ya lo pongo en práctica, no voy a esperar al año entrante, o a que mi hígado esté totalmente resentido”. 

Hay decisiones que son más fáciles de tomar que otras y a veces iniciamos y nos cuesta continuar. Por ejemplo, es común que se quiera dejar de fumar y a veces se toma la decisión, pero se recae rápido o las dietas que comienzan “el lunes próximo”. En estos casos lo importante es volver a mirar cuál es el beneficio que nos traerá esa elección y no perderlo de vista para que sea más fácil sostenernos en nuestra meta y si incumplimos… revisar cómo lo decidimos y volverlo a hacer con el convencimiento de que llegará el momento en que lo lograremos definitivamente. 

Ánimo pues, que elegir es la mejor forma de comprometernos con algo y de responder por nuestros propios actos, sabiendo para dónde vamos y qué es lo que queremos para nuestra vida.

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