3.11.2011

Tomemos buenas decisiones


Desde que estamos pequeños nos vemos en situaciones que nos llevan a tomar decisiones: tenemos que elegir entre si jugamos con la pelota o con el carrito o las muñecas, si vemos televisión o dibujamos, leemos o salimos al parque, etc., etc. 

Si bien muchas decisiones y sobre todo las más importantes para nuestra vida inicialmente las toman nuestros padres, con el tiempo la responsabilidad de hacerlo recae en nosotros y es bueno saber ahora como adultos que hay un método que nos ayuda a tomar buenas decisiones. 

Es algo simple pero que nos orienta en un momento de indecisión, porque a veces decimos “estoy en esta situación”… y nos lanzamos a decidir cómo si sólo existieran dos alternativas: -sí o no- y en la vida es muy raro que suceda así, generalmente si buscamos, encontraremos que hay muchas más posibilidades y consideraciones que nos orientan para llegar a dónde queremos, que es a lograr nuestro gran propósito en la vida. 

Veamos entonces qué podemos hacer para tomar una buena decisión: 

El primer paso es identificar la situación en la que nos encontramos y que pide de nosotros una decisión: me caso o sigo soltero, estudio mecánica o administración o música… viajo al exterior a buscar trabajo o lo hago en mi país o en mi ciudad… 

El segundo paso es tomar en cuenta cuáles son nuestros principios y cuáles son los valores que afectan o intervienen en la situación. Por ejemplo, quiero vivir con mi pareja pero mi religión no acepta que lo haga sin casarme, pero además mis padres no desean que me case con esta persona aunque yo la ame porque consideran que no me conviene, o mi pareja quiere que lo hagamos de determinada manera y yo todavía no estoy seguro(a) de qué es lo que yo considero mejor para mí y para él o ella. 

El tercer paso consiste en enumerar las distintas soluciones posibles y visualizar el resultado deseado. En la mayoría de los casos no logramos conocer todos los posibles caminos que se pueden tomar para solucionar un problema, pero es importante pensar en distintas posibilidades y no quedarnos con una sola opción. Por ejemplo, voy a darme un tiempo para conocer mejor a mi pareja y evaluar si verdaderamente es la persona con la que quiero formar un hogar. 

El cuarto paso es hacer un análisis detallado de cada una de las posibles soluciones que se encontraron. Es decir, mirar sus ventajas y desventajas, las posibles consecuencias y cómo funciona cada una con respecto a lo que yo creo y valoro. 

El quinto paso es ya elegir la alternativa que según la evaluación va a obtener los mejores resultados posibles y desechar las otras. 

El sexto paso es poner en marcha la decisión tomada con mucha determinación y seguridad, porque así lo decidimos después de un buen análisis. 

El séptimo paso que es también muy importante es evaluar después de algún tiempo si la decisión fue o no acertada y si necesitamos reorientarla o apoyarla con otras decisiones complementarias. 

!A DECIDIR SE APRENDE DECIDIENDO Y EVALUANDO LAS CONSECUENCIAS!












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