Me lo enseñó mi Maestro
Aunque sabemos que somos seres integrales, en la cotidianidad
todavía presentamos fragmentación y perdemos de vista que todas nuestras
dimensiones o ámbitos (personal, familiar, laboral, social, espiritual…) se
conjugan, porque el mundo interno y externo son uno solo y todos formamos parte
de una Unidad, de Todo Lo Que Es.
Esta consciencia de Unidad podemos trabajarla partiendo de nuestra condición de seres espirituales en proceso permanente de aprendizaje y
desarrollo, donde incluyamos al mismo nivel las distintas facetas de vida.
Para que, por medio de la experiencia, comprendamos cada vez más que no
somos seres divididos entre la familia, el trabajo, los amigos y los anhelos, sino
que podemos encontrar una forma de englobar nuestro pensar y nuestro sentir en un proyecto
de vida amplio, que podemos crear y ejecutar a nuestro ritmo y a nuestro modo en los
distintos espacios donde nos movemos.
El paradigma al cual nos estamos aproximando plantea entonces que
todos formamos parte de una Unidad. El empeño que ponemos en conocernos cada
día mejor, constituye un primer acercamiento a dicha comprensión. En este primer punto o momento llegamos
a sentirnos en unidad con nosotros mismos
y generalmente nos demoramos un buen tiempo, porque debemos romper en nosotros la idea de dualidad y separación.
Si bien el mundo externo se nos presenta como dual, o sea como
dividido entre día y noche, vida y muerte, etc, no hay tal ruptura, estos son los extremos de un
continuo, como partes de un todo que son complementarias: no hay muerte si no
hay vida, no hay noche si no hay día. Del uno se pasa al otro, porque los
extremos se tocan.
En este orden de ideas vemos que lo positivo y lo negativo también
cambian de sentido en nuestra vida, porque le quitamos peso a la creencia que
lo negativo existe como algo definitivo en nosotros mismos o que el error nos
condena al fracaso. Podemos ahora asumir que en ese continuo complementario, es
posible hablar de resultados inconvenientes pero no irreversibles, como los
vemos en un determinado momento.
“Todas las situaciones son fundamentalmente neutras. No poseen
ningún significado fijo más que aquel que uno le asocia.” dice con gran acierto Andreas Moritz.
De esta manera, lo que llamamos negativo lo es de manera temporal, mientras
podemos comprenderlo e integrarlo a nuestra vida como algo constructivo y conveniente. De ahí
la conocida frase de: lo negativo es transitorio y lo positivo es permanente.
El trabajo que realizamos para conocernos,
integrarnos, respaldarnos y aceptarnos, hace que poco a poco vivamos más en el
momento presente, logrando así progresivamente
dominar la dualidad y sentirnos cada vez más en unidad con nosotros mismos. Y esto es lo único que necesitamos hacer.
El momento en que conquistamos este sentimiento: la unidad con
nosotros mismos, hemos dado un gran paso para descubrir la unidad con los
demás, lo cual constituye un segundo
momento. Es como si abriéramos la puerta de nuestra alcoba y viéramos el
resto de la casa y a nuestra familia. No estamos fuera, ni ellos tampoco, el aire que respiramos
es el mismo que respiran los demás, pero al encerrarnos nos olvidamos del resto
y nos creemos aislados, separados de los otros.
Es una unidad en la
diversidad: pueden existir varios ambientes, personas, objetos, animales,
plantas, etc. pero todos estamos allí, compartimos un mismo espacio-tiempo y no
tenemos que ser iguales, ni pensar o hacer lo mismo, ni de la misma manera o en
el mismo instante.
Cada uno está allí manifestando en el momento lo que es, su
esencia, cada uno contribuye al conjunto con su presencia, pero somos más que la
suma de personas, animales y plantas, somos un colectivo, una familia, que “al
abrir las puertas de casa” nos encontramos con otras familias, con una
sociedad, un mundo, un universo, porque formamos parte de ese Todo.
Viene luego un tercer
momento y es el de compartir con los demás esa conciencia de unidad. Pero
debemos tener en cuenta que esos momentos no son lineales. Es decir, vamos
percibiendo poco a poco cambios en el
comportamiento o en el modo de pensar y sentir, “vamos y venimos” por los
momentos hasta que en algún instante lo dominamos por completo.
Cambia entonces una actitud que manifestamos con
frecuencia: la de creernos independientes, por la de sabernos
inter-dependientes y buscamos emprender proyectos colectivos sabiendo que
cooperamos para obtener los resultados deseados.
Bajo esta concepción, el bienestar de las personas
se vuelve un asunto de beneficio colectivo y funciona como una alcancía común,
donde todos ahorramos y en algún momento disfrutamos de lo ahorrado, o lo que
es lo mismo, todos sembramos y más tarde
cosechamos. Así, cuanto hacemos
afecta el conjunto y por ende a cada una de las personas, a los seres de la
naturaleza y al ambiente mismo. Cuando tiramos una piedra al agua, las ondas
que genera con su caída alteran todo a su alrededor, esto que vemos a pequeña
escala, pasa a todos los niveles.
Y el cuarto momento representa la consolidación de este aprendizaje. Vamos pasando de
una mirada centrada en lo externo a una visión real, integrada, eliminando el
juzgamiento y el juicio maltratador, porque hemos comprendido que todos somos
familia, compañeros de viaje y cada quien está viviendo su propio proceso.
Tendremos aspectos más fortalecidos y aspectos más débiles según
la experiencia de vida y las oportunidades. Dejamos entonces de compararnos con
otros, de envidiarlos, de ponerles zancadilla o de decirles qué es lo que más
les conviene. No sabemos en que momento vamos a aprender qué cosas, ni en que
momento lo harán los otros, así que respetamos los procesos individuales y nos
centramos en nuestro proceso y en dar lo mejor de nosotros en cada situación.
Cuando todos hacemos esto, el progreso de la sociedad es imparable,
el ascenso, el desarrollo y la vida en equidad se vuelven nuestro diario vivir
porque hemos alcanzado un nivel de consciencia expandido al universo, podemos
ver realmente la integración nuestra con el Todo, no ya como un acto de fe sino
como una realidad que permea toda nuestra vida y nuestras acciones. Hay
entonces una transformación muy profunda en todos los campos.