3.04.2015

Cómo avanzar hacia la Unidad


Me lo enseñó mi Maestro


Aunque sabemos que somos seres integrales, en la cotidianidad todavía presentamos fragmentación y perdemos de vista que todas nuestras dimensiones o ámbitos (personal, familiar, laboral, social, espiritual…) se conjugan, porque el mundo interno y externo son uno solo y todos formamos parte de una Unidad, de Todo Lo Que Es.

Esta consciencia de Unidad podemos trabajarla partiendo de nuestra condición de seres espirituales en proceso permanente de aprendizaje y desarrollo, donde incluyamos al mismo nivel las distintas facetas de vida. Para que, por medio de la experiencia, comprendamos cada vez más que no somos  seres divididos entre la familia, el trabajo, los amigos y los anhelos, sino que podemos encontrar una forma de englobar nuestro pensar y nuestro sentir en un proyecto de vida amplio, que podemos crear y ejecutar a nuestro ritmo y a nuestro modo en los distintos espacios donde nos movemos.

El paradigma al cual nos estamos aproximando plantea entonces que todos formamos parte de una Unidad. El empeño que ponemos en conocernos cada día mejor, constituye un primer acercamiento a dicha comprensión. En este primer punto o momento llegamos a sentirnos en unidad con nosotros mismos y generalmente nos demoramos un buen tiempo, porque debemos romper en nosotros la idea de dualidad y separación.

Si bien el mundo externo se nos presenta como dual, o sea como dividido entre día y noche, vida y muerte, etc, no hay tal ruptura, estos son los extremos de un continuo, como partes de un todo que son complementarias: no hay muerte si no hay vida, no hay noche si no hay día. Del uno se pasa al otro, porque los extremos se tocan.

En este orden de ideas vemos que lo positivo y lo negativo también cambian de sentido en nuestra vida, porque le quitamos peso a la creencia que lo negativo existe como algo definitivo en nosotros mismos o que el error nos condena al fracaso. Podemos ahora asumir que en ese continuo complementario, es posible hablar de resultados inconvenientes pero no irreversibles, como los vemos en un determinado momento.

“Todas las situaciones son fundamentalmente neutras. No poseen ningún significado fijo más que aquel que uno le asocia.” dice con gran acierto Andreas Moritz. De esta manera, lo que llamamos negativo lo es de manera temporal, mientras podemos comprenderlo e integrarlo a nuestra vida como algo constructivo y conveniente. De ahí la conocida frase de: lo negativo es transitorio y lo positivo es permanente.

El trabajo que realizamos para conocernos, integrarnos, respaldarnos y aceptarnos, hace que poco a poco vivamos más en el momento presente, logrando así progresivamente dominar la dualidad y sentirnos cada vez más en unidad con nosotros mismos. Y esto es lo único que necesitamos hacer.

El momento en que conquistamos este sentimiento: la unidad con nosotros mismos, hemos dado un gran paso para descubrir la unidad con los demás, lo cual constituye un segundo momento. Es como si abriéramos la puerta de nuestra alcoba y viéramos el resto de la casa y a nuestra familia. No estamos fuera, ni ellos tampoco, el aire que respiramos es el mismo que respiran los demás, pero al encerrarnos nos olvidamos del resto y nos creemos aislados, separados de los otros.

Es una unidad en la diversidad: pueden existir varios ambientes, personas, objetos, animales, plantas, etc. pero todos estamos allí, compartimos un mismo espacio-tiempo y no tenemos que ser iguales, ni pensar o hacer lo mismo, ni de la misma manera o en el mismo instante. 

Cada uno está allí manifestando en el momento lo que es, su esencia, cada uno contribuye al conjunto con su presencia, pero somos más que la suma de personas, animales y plantas, somos un colectivo, una familia, que “al abrir las puertas de casa” nos encontramos con otras familias, con una sociedad, un mundo, un universo, porque formamos parte de ese Todo.

Viene luego un tercer momento y es el de compartir con los demás esa conciencia de unidad. Pero debemos tener en cuenta que esos momentos no son lineales. Es decir, vamos percibiendo poco a poco cambios en el comportamiento o en el modo de pensar y sentir, “vamos y venimos” por los momentos hasta que en algún instante lo dominamos por completo.

Cambia entonces una actitud que manifestamos con frecuencia: la de creernos independientes, por la de sabernos inter-dependientes y buscamos emprender proyectos colectivos sabiendo que cooperamos para obtener los resultados deseados.

Bajo esta concepción, el bienestar de las personas se vuelve un asunto de beneficio colectivo y funciona como una alcancía común, donde todos ahorramos y en algún momento disfrutamos de lo ahorrado, o lo que es lo mismo, todos sembramos y más tarde cosechamos. Así, cuanto hacemos afecta el conjunto y por ende a cada una de las personas, a los seres de la naturaleza y al ambiente mismo. Cuando tiramos una piedra al agua, las ondas que genera con su caída alteran todo a su alrededor, esto que vemos a pequeña escala, pasa a todos los niveles.

Y el cuarto momento representa la consolidación de este aprendizaje. Vamos pasando de una mirada centrada en lo externo a una visión real, integrada, eliminando el juzgamiento y el juicio maltratador, porque hemos comprendido que todos somos familia, compañeros de viaje y cada quien está viviendo su propio proceso.

Tendremos aspectos más fortalecidos y aspectos más débiles según la experiencia de vida y las oportunidades. Dejamos entonces de compararnos con otros, de envidiarlos, de ponerles zancadilla o de decirles qué es lo que más les conviene. No sabemos en que momento vamos a aprender qué cosas, ni en que momento lo harán los otros, así que respetamos los procesos individuales y nos centramos en nuestro proceso y en dar lo mejor de nosotros en cada situación.


Cuando todos hacemos esto, el progreso de la sociedad es imparable, el ascenso, el desarrollo y la vida en equidad se vuelven nuestro diario vivir porque hemos alcanzado un nivel de consciencia expandido al universo, podemos ver realmente la integración nuestra con el Todo, no ya como un acto de fe sino como una realidad que permea toda nuestra vida y nuestras acciones. Hay entonces una transformación muy profunda en todos los campos.

3.03.2015

¿Dónde vamos a trabajar?


Una empresa se define como un sistema abierto formado por un determinado número de personas y podemos decir que se comporta como un espacio de desarrollo personal, ocupacional y profesional, que además es fuente de estabilidad y progreso para sus integrantes. 

Por ello, cuando llegamos a buscar trabajo en una empresa, siempre traemos expectativas respecto a qué habrá de nuevo para nosotros en ese sitio y en esa experiencia. Nos preguntamos ¿qué podemos aprender? ¿qué podemos aportar? Queremos saber cómo será nuestro desarrollo profesional y nuestro crecimiento personal. 

Una de las herramientas que podemos usar para saber si tendremos la oportunidad de proyectarnos como queremos, es evaluar con cuidado “hacia dónde va la empresa” a la cual nos vincularemos, porque así definimos en que medida compartimos su norte, sus valores y si es coherente con nuestro plan de vida.

La filosofía de las empresas la encontramos escrita y publicada en distintos sitios. Por ejemplo, en su página web, en algunos elementos publicitarios, en las instalaciones de la empresa misma y en algunos casos nos la entregan el primer día de trabajo como parte de la inducción. Esto con el fin de que podamos tener una visión compartida, que conozcamos su sueño y la forma como se trabaja por hacerlo realidad en la vida diaria. 

También es importante saber si hay alguna forma en que la empresa busca que su filosofía sea una realidad y no un papel para que lo vean los demás. Por ejemplo, si tiene materiales escritos, si hace actividades o talleres para que se conozca y se aplique, si la difunden por algún medio interno, si tienen concursos en que resalten las competencias de su equipo de trabajo o la vivencia de los valores, etc.

Si miramos cuidadosamente la misión, la visión y las políticas, podemos subrayar una serie de competencias y valores que se presentan como aspectos importantes para que los tengamos en cuenta. Definamos entonces si es el sitio en el que deseamos estar o si mejor buscamos trabajo en otra parte. No dejemos que la angustia nos lleve a trabajar en lugares que no van con nuestros valores y nuestro plan de vida. De verdad esto nos puede salir mal. 

En síntesis, los invito a estudiar con anterioridad las empresas a las cuales piensan vincularse para que puedan conseguir que el trabajo que realicen, vaya de la mano con lo que esperan y de esta manera puedan obtener resultados satisfactorios en sus vidas.