5.20.2011

¿ Cómo influenciamos los grupos donde participamos?



Cada vez que formamos parte de algún un grupo, ya sea de familia, de trabajo, de amigos o vecinos, estamos compartiendo con el grupo nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar. Por eso siempre afectamos las relaciones que allí se suceden. Pensemos en lo que pasa cuando llega una persona a la empresa…

Trae ideas propias, formas de expresarse muy suyas, trae toda su experiencia de vida y comienza a compartirla con nosotros y poco a poco vamos tomando cosas de ella que nos gustan o vamos mirando qué nos disgusta. Es decir, su comportamiento es una propuesta de comportamiento, de la que tomamos lo que pensamos que nos puede servir para lograr nuestros propósitos.

Entonces, siempre que estamos en grupo hacemos un aporte al conjunto así como al ambiente en el cual estamos participando y lo hacemos según nuestra manera de ser, pensar y actuar. Vemos que en un grupo unos sonríen y nos hacen sonreír, otros hacen comentarios serios y nos hacen pensar, otros son sistemáticos y nos invitan a organizarnos... y así, cada uno tiene un estilo y como grupo somos o seremos la reunión de esos estilos.

Es importante identificar lo bueno de cada estilo y compartirlo para fortalecernos, pero también es importante identificar qué es lo que podemos mejorar y aportarlo para que el grupo sea cada vez mejor y nosotros con él.

Los que formamos parte de un grupo aportamos tanto lo positivo y las fortalezas que hay en nosotros, como también nuestras debilidades, y todo le llega al grupo. Entonces es importante que miremos lo que deseamos aportar al ambiente de dicho grupo. El grupo no solo es nuestro ambiente físico, es nuestro ambiente emocional.

Al preguntarnos ¿qué le aportamos al grupo?... si bienestar o malestar, por ejemplo, debemos saber que lo que aportamos hará parte de ese ambiente donde todos interactuamos y nos sentimos a gusto o disgusto. Al estar en un grupo la influencia de unos y otros se va mezclando y así ninguno puede evitar ser influenciado.

Pero no siempre somos muy conscientes de esto, a veces tomamos dichos y refranes, formas de hablar, gestos y hasta maneras caminar o de trabajar y nos dejamos “afectar o permear” en nuestra forma de ser sin darnos cuenta de cómo sucede.

También a veces creemos que si hablamos de una persona ella no se va a enterar, pero en realidad sí lo va a saber. Hay un refrán que dice… “entre cielo y tierra no hay nada oculto”. Así que es mejor que no nos confiemos en que podemos hablar de la gente sin que se sepa…

Sí nos critican, por ejemplo, así no sea de manera directa, esa energía nos llega y nos damos cuenta de que están hablando mal de nosotros aunque no sepamos con exactitud qué fue lo que dijeron y eso daña la comunicación y la confianza en la sinceridad de las personas que critican.

Puede que la persona de quien hayamos hablado mal no se entere, pero aunque no se lo digan, la fuerza de las palabras que decimos sí le llega. Si hablamos bien, la persona sentirá una sensación de bienestar cuando está frente a nosotros y si hablamos mal la sensación será de malestar.

Apoyémonos pues en lo positivo para mejorar la comunicación que tenemos.

5.19.2011

Días del padre y de la madre

Las familias celebran estas festividades un poco con la mirada comercial, pero vale la pena volverlas a mirar para hacer consciencia de la importancia que tiene la familia para todos, así como de los beneficios afectivos que nos ofrece.

Las familias de origen (esas donde nosotros nacimos y fuimos criados), juegan un papel primordial en nuestras vidas, porque en ellas nos hacemos personas y aprendemos a ser padres y madres. Y nuestras familias actuales (esposos, esposas, compañeras ó compañeros, hijos e hijas) representan una oportunidad para construir un ambiente donde nos sintamos aceptados, protegidos y acompañados: ellos son nuestra escuela. También nos ofrecen la posibilidad de disfrutar y gozar: ellos son nuestro orgullo.

Ser padres es estar disponibles interiormente para nuestros hijos, no es "TENER" hijos como cosas, sino crear con ellos un espacio de diálogo, de reflexión, que nos permita caminar juntos como compañeros de viaje en esta vida, es enseñarlos para que en la edad adulta ellos sean autónomos, que SEAN lo que desean ser y vivan como consideran que deben vivir y nosotros pasemos a un segundo plano en sus vidas, respetando sus decisiones y acompañándolos en su caminar mientras trabajamos nuestras propias oportunidades de crecimiento y avanzamos hacia nuestras propias metas.

Ser buenos padres implica que tengamos una vida propia, intereses y actividades que nos lleven a cumplir nuestros propios objetivos y a no recargar a los hijos con presiones y exigencias que no les corresponden, como si ellos lo fueran todo y nuestro único sentido de vida fuera "tenerlos".

Y ser buenos hijos ¿qué implica? Ante todo el respeto por nuestros padres, es poder agradecerles la vida que nos dieron y darles un lugar especial en nuestro corazón. Es aceptarlos como son, independientemente de si ellos son capaces o no de aceptarnos a nosotros. Es saber que no tenemos que educarlos o cambiarlos, como pretendemos en la juventud.

Ser buenos hijos es hacer el esfuerzo por escuchar a los padres, por aprender de su experiencia, es estar pendientes de ellos según nuestras posibilidades, es estar disponibles para el diálogo y nutrirnos de su afecto, así como nutrirlos con el afecto nuestro. Pregúntate ¿qué es para tí ser buen hijo y buen padre?