3.11.2011

¡Cuánta energía malgastada en la crítica!


Cada vez que pensamos, estamos creando una imagen y a esa imagen le damos una determinada fuerza, por eso cuando hablamos nos expresamos con mayor o menor entusiasmo, con más o menos rabia, o con más alegría, o ternura… 

Esa fuerza es en realidad una energía y por eso podemos decir que en cada imagen mental hay una energía que vibra y cada imagen tiene una vibración diferente (amor, dolor, etc.) y de un nivel mayor o menor. 

Cuando estamos tranquilos y serenos decimos que estamos “equilibrados”, porque nuestra energía vibra de manera armónica y adecuada. Pero cuando estamos de mal genio o estresados “nos desequilibramos” y nuestra energía vibra de manera inarmónica o inadecuada. 

Cuántas veces con nuestro pensamiento comenzamos a juzgar a otros y después cuando lo decimos le ponemos más energía para darle impulso y le ponemos aún más energía para que otros nos entiendan y usamos aún más energía para convencerlos y hacer que ellos estén de acuerdo con nosotros. ¡Qué gran esfuerzo y cómo nos desarmonizamos y perdemos nuestra propia tranquilidad! 

Pensemos cuántas veces juzgamos en el día: a la persona que camina más lento o a la que camina más rápido. La más gordita o la más flaquita, la más alta o la más bajita… O… a la persona que al darle una explicación no la entiende y entonces tenemos que repetirle una y otra vez y empezamos a juzgarla: “qué persona tan lenta para entender… parece que es como muy brutica… y no me pone atención… y si no me pone atención pues que otro le explique…” y nos vamos desarmonizando sin necesidad. ¡Cuánta energía desperdiciamos! 

Preguntémonos cuántos minutos, cuántas horas, dedicamos durante un día a criticar a otros, a juzgarlos. Hagamos el ejercicio en la noche preguntándonos cuánto tiempo gastamos hoy criticando y miremos qué ganamos con ello… ¿Pudimos cambiar a los otros? NO, conseguimos lo que queríamos? NO, pero lo sepamos o no, la energía le llega a las otras personas así no les digamos las cosas directamente, pero hay algo cierto, que si fomentamos las criticas desagradables, el ambiente de malestar nos afectará a todos. 

Podemos cambiar, podemos dejar de echarle esas “flores muertas” a nuestro ambiente y usar esa energía para: entendernos, entender a los otros, mejorar y corregir nuestros errores; entonces tendremos un ambiente muy pero muy agradable y amistoso que nos permita mantenernos más equilibrados y en paz.

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